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Ornitología participativa:
vinculando a la gente (y a su personaje científico de confianza) con el estudio y la conservación de las aves.

Rubén Ortega-Álvarez

 

Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) - Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelia, Antigua Carretera a Pátzcuaro 8711, Col. San José de la Huerta, Morelia, Michoacán 58190, México.

 

rubenortega.al@gmail.com

Sobre un sendero de un monte cualquiera, o por qué no, al interior de un parque urbano. Con las primeras luces del alba y las últimas brisas gélidas de la noche, ya uno recorre la vereda; más que por gusto, porque las aves así lo exigen. Una caminata, que normalmente es solitaria, se sorprende ante la presencia de una segunda persona: botas que mastican el lodo sobre el camino, sombrero que pronostica el azote venidero del sol de mediodía, y una prenda de lo más importante, de lo más llamativa: unos binoculares. El diagnóstico: alguna clase de practicante de biología, sin duda alguna...o ¿tal vez no?

Hasta hace algunos años, la imagen de la persona con binoculares explorando el campo más bien remitía al profesionista que dedicaba su tiempo a estudiar aves. Hoy en día los binoculares en América Latina han pasado a ganarse el cariño de la gente sin formación científica, pero que cuenta con un profundo interés en la apreciación y protección de estos animales. En un ambiente urbano, tal vez se le reconozca como “observador(a) de aves”; en un contexto rural, posiblemente como “monitor(a) de aves”. Sin importar la denominación, su participación en la generación de conocimiento científico es tangible e imprescindible para la conservación de la biodiversidad.

La incorporación ciudadana en el desarrollo de investigación científica es más evidente en el caso de las aves. Posiblemente, esto se deba en gran medida a la valoración que le asignamos a estos animales desde la ciencia y la recreación. Debido a su florecimiento actual y a su futuro prometedor, quisiera aprovechar este espacio para reflexionar sobre algunas situaciones ligadas al ejercicio de la ornitología participativa, más bien dentro de un contexto latinoamericano: es cierto que las oportunidades para el quehacer científico y el bienestar social son mayúsculas, pero también lo son sus retos y responsabilidades, tanto académicas como ciudadanas. No profundizaré en las ya bien conocidas mieles asociadas con la inclusión ciudadana en el ámbito ornitológico, incluyendo el mejoramiento de la precisión de las distribuciones conocidas para las especies, el monitoreo de sus poblaciones y el registro de aves inconspicuas. Tampoco quisiera enfocarme en sus bondades sociales, relacionadas con la sensibilización ambiental, la organización popular, el reforzamiento de la identidad comunitaria, el empoderamiento de las comunidades o la generación de oportunidades lúdicas y laborales. En su lugar, quisiera destacar puntos sobre la práctica de la ciencia participativa y la generación de conocimiento ornitológico.

Empezaré por aquellas cuestiones del ámbito científico. De entre múltiples disciplinas, considero que la ornitología es la vanguardia en materia de ciencia participativa. Por ello, nos toca ver en primera línea un horizonte que nos ha alcanzado, donde resulta ineludible nuestra reconfiguración profesional para ser capaces de colaborar no sólo con otras disciplinas, sino fuera de todas ellas, y estar en sintonía (o al menos no desafinar demasiado) con la sociedad en general.

En este sentido, me refiero a la necesidad de atender preocupaciones sociales, y además incorporar de forma activa a la población durante el proceso de investigación. Para tal fin, podríamos mencionar la definición conjunta de objetivos, la recabación colectiva de datos, o la interpretación y difusión grupal de resultados. Ahora bien, realmente es fácil decirlo, pero resulta necesario admitir que es sumamente complejo llevarlo a la práctica, pues implica emplear estrategias adaptativas que permitan coordinar (o por qué no, ser coordinados) considerando multiplicidad de inquietudes individuales, limitaciones presupuestales, procesos temporalmente extensos, desafíos de comunicación y contraposición de intereses personales.

Más allá del proceso de investigación, resultaría recomendable mantenerse sensible al contexto social del grupo de trabajo, considerando sus intereses, fortalezas y limitaciones durante la colaboración. Vale la pena también reconocer y valorar la existencia de otros saberes: no sólo los tradicionales y pertenecientes a pueblos originarios, sino también aquellos de tipo personal adquiridos a través de años dedicados a la observación minuciosa de las aves.

La cantidad de datos ciudadanos es abrumadora, impactante y sumamente seductora desde su potencial analítico...si no me creen, pregúntenle a eBird. Sin embargo, vale la pena cuestionarnos: ¿qué se le devuelve a la gente? Algunos usuarios estarán contentos con ver su nombre en la plataforma, con un mapa de distribución más preciso y elegante, o con la sensación de que “alguien” usará sus datos en beneficio de las aves. Excelente, ¿pero qué pasa en otros contextos?Uno rural, por ejemplo, donde existe mayor necesidad de generación y aplicación local del conocimiento. ¿Estamos al tanto de estas necesidades, de estos retos? Al acercarnos a las comunidades, también suele ser común el reclamo por la devolución de resultados tras un proceso de investigación. Así, en el ámbito de la ciencia participativa, ¿será suficiente mostrar datos resguardados en la plataforma de eBird o entregarlos a manera de tesis a las autoridades y miembros comunitarios? Quizá necesitamos explorar nuevas formas de retribución social, por ejemplo mediante la conformación de capacidades locales para identificar aves, la creación de material didáctico para la comunidad, la impartición de pláticas en escuelas y radios comunitarias, o el impulso a proyectos regionales de monitoreo y aviturismo. Esta exploración incluso podría considerarse allende la ciencia participativa, implicando a la academia en general. 

Cabe destacar también la necesidad de la apertura científica para reconocer y compartir autorías tras la culminación de proyectos. Más allá de la justicia asociada con la valoración de la participación individual en la generación de conocimiento, las autorías también fomentan el reconocimiento social dentro y fuera de la comunidad, fungen como medios para atraer la atención de turistas interesados en la biodiversidad local, demuestran formalmente la experiencia del trabajo comunitario en el cuidado de sus recursos bioculturales y representan un escaparate laboral entre aquellas instituciones relacionadas con el tema ambiental. 

Ahora bien, dejemos en paz a la academia y dirijamos la mirada hacia lo ciudadano. ¿Qué podría interesar a la participación de aquella persona carente de formación profesional en la generación de conocimiento científico? Para empezar, creo útil distinguir entre observar aves con fines lúdicos y registrarlas con fines de investigación. Entre ambas podríamos destacar una diferencia fundamental: su público objetivo. Como actividad lúdica, la observación de aves apunta hacia el individuo, hacia la persona quien lo desarrolla. Como actividad científica, el auditorio más bien trata de lo colectivo, pues se gestiona y se evalúa de forma grupal, persiguiendo como fin último el beneficio de varias personas o incluso especies. 

Lo anterior implica una responsabilidad mayúscula, puesto que la información generada podría repercutir sobre la toma de decisiones que afectará a semejantes y a las aves que tanto amamos. Así, es necesario estar conscientes de la relevancia en la calidad de los datos engendrados, incluyendo su completitud, veracidad y precisión. Para lograrlo, no sólo será imperiosa la preparación del profesionista, sino también la del contingente ciudadano que aportará al conocimiento ornitológico. En breve: también la ciudadanía requiere de un compromiso ligado a su formación. Como parte de esta trama, tal vez las instituciones educativas formales no sean la clave de su aprendizaje, sino los clubes de observación de aves, las iniciativas de educación autónoma, y por qué no, su convivencia constante con la naturaleza misma.

            Además de la formación personal, otras tareas merecen la atención ciudadana. Por ejemplo, si bien no necesariamente guiará o participará en toda la investigación científica, su entendimiento del proceso íntegro le permitirá ser más empática con los esfuerzos laborales del grupo científico. Algunos temas más puntuales que ameritan su interés, al menos desde lo general, incluyen: esfuerzos de muestreo, procedimientos administrativos y limitaciones económico-temporales de los proyectos, y complejidades asociadas con la publicación de resultados en foros arbitrados. Al final, estos saberes también podrían ser útiles para que las comunidades y asociaciones civiles puedan generar propuestas de investigación propias que sean sólidas.

¿Qué otras competencias ciudadanas podríamos destacar durante el ejercicio de la ciencia participativa? Al colaborar en publicaciones científicas es relevante que todo autor, aunque no pertenezca a la academia, conozca el contenido de lo publicado. Asimismo, es fundamental evadir la vinculación de las actividades de investigación con agendas de partidos políticos. Creo también necesaria la facilitación social para la integración de una mayor gama de miembros comunitarios durante la realización de estudios científicos, con el propósito de incluir a aquellas personas que históricamente han sido excluidas de proyectos o durante la toma de decisiones. Finalmente quisiera denotar que, si bien no es imprescindible un título profesional para generar conocimiento, tampoco se le necesita para desarrollar actitudes de soberbia, mismas que pueden aflorar entre la ciudadanía con mayor experiencia en actividades de investigación u observación de aves. Dichas conductas limitan o incluso imposibilitan el trabajo grupal, así como la aceptación social del estudio y la observación ornitológica.

Considero que la ornitología participativa transita por un proceso de aprendizaje dinámico donde queda mucho por explorar, aprender y aportar. Mediante su desarrollo, sociedad y aves tienen tanto por ganar en estos tiempos cuando las tasas de extinción son alarmantes, existe una conciencia ecológica muy pobre y la popularidad de los medios digitales nos aleja del contacto íntimo con las actividades al aire libre. Las fórmulas para el desarrollo de proyectos sobre ciencia participativa son inexistentes, lo cual puede ser visto como una ventaja que favorezca la creatividad de sus practicantes y la prevalencia de un mundo socioecológicamente heterogéneo. 

Agradecimientos

Mi más profundo agradecimiento a toda la gente sin formación académica que observa y monitorea aves: por lo mucho que me han compartido y quienes tanto me han enseñado. Agradezco los comentarios y sugerencias de Dulce Paz, Roxana Bautista, Rafael Calderón y Leopoldo Vázquez en torno a la primera versión de este documento.

Literatura recomendada

   Danielsen F, Mendoza MM, Tagtag A, Alviola PA, Balete DS, Jensen AE, Enghoff M, Poulsen MK. 2007. Increasing conservation management action by involving local people in natural resource monitoring. Ambio 36:566-570.

   Greenwood JJD. 2007. Citizens, science and bird conservation. Journal of Ornithology 148:S77-S124.

Ortega-Álvarez R, Sánchez-González LA, Berlanga H. 2015. Plumas de multitudes, integración comunitaria en el estudio y monitoreo de aves en México. CONABIO, México.

   Ortega-Álvarez R, Casas A. 2022. Public participation in biodiversity research across Latin America: Dissecting an emerging topic in the Neotropics. Environmental Science and Policy 137:143-151.

  Vohland K, Land-Zandstra A, Ceccaroni L, Lemmens R, Perelló J, Ponti M, Samson R, Wagenknecht K. 2021. The science of citizen science. Springer, Switzerland.  

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